MI HISTORIA
Soy Marisa, tengo 23 años y siempre he sabido que mi camino en la vida no era el convencional. Desde pequeña, los estudios nunca fueron lo mío. No destacaba ni para bien ni para mal, pero cuando las materias comenzaron a volverse más complejas, todo cambió. Matemáticas, lengua… simplemente no lograban captar mi interés. Mientras otros niños estudiaban, yo soñaba con jugar, crear, y dar vida a ideas. Pasaba horas decorando habitaciones, dibujando ropa, escribiendo cuentos, o montando pequeñas tiendas en casa. Lo creativo siempre me atrapaba y podía perderme en ello durante horas.
Con el tiempo, empecé a cuestionarme: ¿Por qué tenía que pasar tantas horas sentada frente a un libro que no despertaba nada en mí? Yo quería moverme, diseñar y expresar mi mundo interior. Este desinterés por los estudios me llevó a desconectar, no solo de las materias, sino también de las personas. Siempre me costó encajar. No soportaba las multitudes, el ruido, los olores fuertes, ni las discotecas hasta la madrugada. Hacía estas cosas para integrarme, para ser parte de un grupo, pero nunca me sentí cómoda.
En un momento de mi vida, decidí buscar ayuda y acudí a una psicóloga. Gracias a ella, entendí que no era "rara", sino que tenía una alta sensibilidad emocional. Aprendí que esto no era un defecto, sino un don. Desde pequeña me habían dicho: "No seas tan sensible, lo vas a pasar mal". Pero esta sensibilidad no es algo que puedas apagar, es parte de quién eres. Aprender a convivir con ella ha sido un desafío, pero también una liberación.
Creo profundamente que la educación debería ser una herramienta para descubrirnos, no un sistema que limite nuestro potencial.
Durante mis estudios, aprendí sobre el Efecto Pigmalión, una idea que me marcó profundamente: cómo las expectativas de los demás pueden influir en nuestra percepción de nosotros mismos. Si alguien cree en ti, tienes más probabilidades de triunfar, porque te tratan como si ya fueras capaz. Y si tú mismo te repites que no vales, acabarás actuando como tal. Este poder de la mente me hizo darme cuenta de lo importante que es rodearnos de personas que nos valoren y nos ayuden a creer en nosotros mismos.
Para mí, Arakka es más que un proyecto: es mi zona de confort, mi refugio creativo, y la expresión de todo lo que soy. Es mi manera de demostrar que no todos tenemos las mismas habilidades, y que el coeficiente intelectual no define nuestro valor. Creo firmemente que la actitud, el esfuerzo, y la pasión pesan mucho más que la inteligencia tradicional. Arakka me permite mostrarle al mundo que hay infinitas formas de ser talentoso y exitoso. Aquí puedo dar rienda suelta a mi creatividad, conectar con mi esencia, y recordar que el tiempo es demasiado valioso para desperdiciarlo en cosas que no amamos.
Quiero inspirar a otros a encontrar su camino, a descubrir que sus diferencias son su fortaleza y a demostrar que el verdadero éxito está en vivir con propósito y autenticidad.
Con afecto,
Marisa